Dicen que el poder corrompe la mente, y el Alberto puede no ser la excepción. El gobernador se considera un gran estratega, y un maestro del ajedrez, pero como en el juego, cada movimiento tiene una consecuencia, y él parece estar perdiendo una a una sus piezas. Esta semana terminó de perder a su hermano Adolfo, el rey negro, el creador de todo el juego. Alberto prefirió sacrificarlo y mantener su apuesta sobre su nuevo caballo de batalla, el Gato Fernández, en una metáfora de apertura italiana sin sentido, y utilizando la ley de lemas como movimiento estratégico. Sin embargo, el Gato está muy lejos de ser una pieza valiosa, y su baja aceptación en las encuestas hacen que el resto de las piezas del tablero se sientan amenazadas.
También perdió en el tablero a su hijo, el alfil blanco, como en una clásica apertura de Evans. Alberto no supo generar ningún interés en Jr. por la política, así que no será él quien mantendrá el apellido en el poder y la historia de San Luis.
Un caso aparte es el tablero de ajedrez de Pedernera, donde el fatídico COVID 19 se llevó una de las torres más fuertes, su amigo del alma el Toto Tessi, una de las pocas personas que sabían aconsejarlo, contestarle, y hablarle en confianza sobre las realidades de los circuitos electorales de la zona.
También perdió en Pedernera a su vicegobernador, Mones Ruiz, de quien se enemistó por diferentes juegos estratégicos que el vice no quiso aceptar.
Y además de estas piezas, están las que se podrían perder, como la diputada Lucero, su reina negra en Villa Mercedes, que parece que podría preferir una clásica defensa eslava y presentarse a su reelección como diputada, aún sacrificando sus propios peones en el Molino Fenix, pero evitar así el gambito de dama a la que estaba destinada presentándose como intendente. Si así lo hiciera, podría ser interpretado como una traición al Alberto, pero le permitiría conservar su escaño, y negociar con la oposición a futuro.
Pero quizás la pérdida más grande en toda la provincia, es la de los peones, los cuadros políticos, que olfateando la derrota del PJ comienzan a verse cada vez más cerca del Poggismo. En esta partida, Alberto parece haberle importado poco la importancia de estas piezas, dejando a todos los peones en la cuerda floja, y en una lógica retirada, en la que prefieren jugar a tablas, antes de inmolarse por su rey.
Un juego de ajedrez que podría haberse ganado con un simple jaque mate pastor, se convirtió en un ataque a la descubierta de Poggi, que deja al Alberto al borde del mate, cuando recién comienza a contar el reloj.
La inevitable derrota de Alberto recuerda a la partida histórica entre el ex campeón mundial de ajedrez, Garry Kasparov, y el programa de computadora Deep Blue de IBM. Kasparov se consideraba el mejor jugador de todos los tiempos, pero perdió la partida. Al igual que Kasparov, Alberto también parece haber subestimado a su oponente y creído que era una estratega invencible. Ahora, la partida se vuelve cada vez más difícil y parece que no tiene muchas jugadas más.
Como resultado de todas estas maniobras, Alberto se ha quedado solo en su juego, rodeado por piezas enemigas que lo acechan por todas partes.
Y mientras el juego continúa, los peones mas inocentes en la política se mueven hacia adelante, sin saber que su destino es caer ante las piezas del adversario. Ellos son la carne de cañón del ajedrez político, las piezas más numerosas, pero también las más débiles. Como en el juego, en la política, los peones son sacrificados para proteger a las piezas más valiosas, a los reyes, a las reinas, a los caballos, pero en este juego, no hay reyes ni reinas invencibles, y la caída de un peón puede ser suficiente para inclinar la balanza a favor del oponente. La derrota de Alberto en estas elecciones podría ser el final para su carrera política y su legado. Como en el juego de Kasparov, la ambición y el egoísmo pueden cegar incluso a los mejores jugadores y llevarlos a la derrota más humillante.
En este juego, no siempre gana el más astuto o el más inteligente, sino el que logra mover sus piezas con mayor habilidad. Y en el caso de Alberto, su falta de visión y su egoísmo lo están llevando a perder una tras otra las piezas más valiosas de su equipo, dejándolo completamente solo.
